Te prometí que escribiría alguna vez nuestra historia pero la verdad es que nunca supe el momento exacto en que habría de hacerlo.
Una parte mía tenía la esperanza (aunque resquebrajada y maltrecha) de hacerlo en el instante mismo en que me encontrara sentada en la terraza de la casa que había imaginado tener contigo junto al mar mientras te veía jugar con un par de niños de risos oscuros, piel canela como la mía, ojos azules como los tuyos, correteando de un lado a otro y lanzándose arena. Aquellos niños que había imaginado con amor algún día tener y llamarlos nuestros, que solo generarían felicidad y dicha en ambos al saber de su llegada.
Lo imaginé exactamente todo, cada detalle al milímetro y me permití soñar más de la cuenta, con una fuerza interna que jamás había sentido , tratando de convencerme de que eras tú la persona indicada, que serías tú mi compañero por siempre.
Y sin embargo aquí estoy, escribiendo esto recostada en una cama de una plaza, al otro lado del océano, lejos, muy lejos de ti. Escribo nuestra historia para dejar de llamarla "nuestra" porque mi alma no puede más, yo no puedo más, me he perdido en todo esto y quizás ese fue mi peor error: permitir que ello sucediera.
Yo quería escribir una historia de aquellas que tienen un final feliz pero en el camino me fui dando cuenta que alargar la trama no cambiaría el desenlace, este se anunciaba cada segundo y yo me volvía cada vez más y más pequeña frente a él. Quise aferrarme y abrazar con todo mi cuerpo los recuerdos que mi mente fue seleccionando uno tras uno, dejando atrás aquellos otros que me habrían permitido tener una visión completa de lo que éramos y de lo que nunca fuimos.
Te he mentido, es cierto. Y me he mentido también. Te mentí cuando dije la última vez que eras el amor de mi vida. Contigo he saboreado de cerca la muerte y por un momento quise entregarme completamente a ella esperando a que en algún instante me salvaras. En el fondo sabía que jamás lo harías. Y aún así me negué a aceptarlo, error mío, sí.
Pero ahora lo sé y duele, duele muchísimo, mucho más que la indiferencia con la que no nos dijimos adiós, mucho más que las promesas que fácilmente rompiste y el respeto que jamás me entregaste. Jamás estuviste para mí, jamás lo estarás. Debí saberlo desde el instante en que te negaste a quererme aún en mi oscuridad, en que me dejaste abandonada en una cama de hospital, en que volviste pidiendo perdón para luego negarlo todo una vez que me tuviste nuevamente en tus manos. Debí saberlo, pero no lo supe o quizás no quise saberlo.
Tú no eras para mí y no se trataba de que yo no te merecía, sino que tú no mereces que alguien te quiera como lo hice yo al punto de protegerte a ti antes que a mí, al punto de destruirme y ser mi propia enemiga en el proceso de complacerte.
Nadie merece un amor así, eso no es amor, sino esclavitud y tú cortaste mis alas, me las robaste para volar tú mismo con ellas y dejarme encerrada en esta jaula esperando tu retorno. Tú no volverías y yo tampoco.
Y entonces hoy decidí que no quería más de todo eso que resultó ser nada. Decidí que no podía seguir mendigando amor, me vi enferma y débil y sentí compasión por mí misma. No serías tú el que me salvaría, sino que habría de ser yo misma. Comprendí que tú solo estabas ahí para lanzarme un ancla y saborear con ello tu victoria. Esta era tu guerra, pero yo decido estar fuera de ella.
Es cierto, cuando creí estar en la cima solo pude observar desde arriba el abismo y salté hacia él esperando encontrarte al final del mismo. Hoy no hay nadie, no hay absolutamente nada y simplemente caí. Permanecí sobre el suelo sin poder moverme, paralizada frente a todo y es verdad que lo sigo estando pero desde aquí abajo tengo una visión más clara del cielo y vuelvo a contemplarlo y a desear elevarme hacia este, volar más allá de él. Contemplo el cielo y aunque lo observo lejano me vuelvo a contagiar de las ganas de llegar a él, mi mente se despierta y me habla, me dice que en algún momento lograré ponerme de pie, confiar en mí misma nuevamente, sanar estas heridas.
Esta es la historia que prometí escribirte algún día, la historia de cómo un día me dolió tanto que se me quebró el corazón y decidí abrirme un camino diferente al tuyo. Esta es la historia de cómo me rompiste y decidí reconstruirme. Aquí estoy, soy un ser roto, pero aunque separadas, mis piezas siguen ahí y con ello la posibilidad de que aquellas cicatrices se vuelvan pronto marcas de las batallas ganadas, de las lecciones aprendidas.
Si debo pedir perdón por algo es por haberme abandonado tanto tiempo. Lo siento. Me pido perdón a mí misma por no haberme dado el amor que soñé que algún día tú me darías.
Me pido perdón por haber deseado tantas veces que me tragara el mundo y haber valorado tan poco mi vida, por haberme encontrado desnuda tantas veces en una bañera ansiando un abrazo que jamás llegaría y que finalmente yo misma pude haberme regalado.
Me pido perdón por haberlo tolerado todo y justificado todo, por haberme maltratado de esta forma y dejar que tú también lo hicieras, por haberme culpado de que lo hicieras, por haberte justificado, por haber tratado de borrar de mi memoria aquellos episodios de humillaciones, golpes y dolor.
Me pido perdón por todas las veces que tuve que maquillar algún moretón sobre mi piel y consolarme con sexo barato de reconciliación, por haberme arrepentido de aquella vez en que tuve la fuerza de decir lo que eras al mundo: un monstruo.
Me pido perdón por no haberme dado la oportunidad de sanar, de soltar, de curarme por miedo a fracasar y defraudar a todos sin darme cuenta que mi único fracaso era el convertirme en un ser tan miserable como lo fui mientras aguanté cada una de tus mentiras , humillaciones, argumentos y promesas falsas de cambios.
Me pido perdón por haber creído que merecía todo eso y por haberme juzgado de forma tan dura, por haber tratado de controlarlo todo cuando en verdad ya no podía sostener toda esa mierda en mis manos, no podía sostener más tiempo esa mentira en la que tú eras el héroe y yo la villana frente a los ojos de todos.
Hoy te dejo. Sí, te dejo yo y dejo aquí la esperanza de escribir una historia con un final feliz en el que hubiera un "nosotros". Nunca lo hubo, nunca lo habrá y es mejor así.
Hoy me moría de miedo de decirte que no te quería más en mi vida, pero comprendo que siempre tememos a los cambios sin saber que es en ellos donde residen las oportunidades que nos da la vida para salir de aquellos laberintos que a veces tejemos nosotros mismos. Tú eras ese laberinto y hoy decidí salir de ahí.
Te dejo, cierro este capitulo con una nueva esperanza, la de sanar y ser la de antes porque me extraño como no tienes idea.
Me extraño hoy a mí misma, voy en busca de aquella sonrisa que alguna vez me robaste, del brillo en mis ojos que poco a poco transformaste en miedo, de aquellos sueños que me obligaste a guardar en una cajita debajo de mi cama por tus inseguridades y tu miedo a ser menos que yo.
No me arrepiento de nada. Gracias a ti ahora sé lo que no quiero. Estoy lista para abrazar mi propia oscuridad y curar mis heridas, estoy lista para ser mi propia salvadora. Hoy he decidido darme una oportunidad.