domingo, 6 de febrero de 2022

El armisticio


Me trago mis palabras y la frustración me abraza. 

El silencio y la distancia en la misma casa. 

La cama que se enfría, 

los restos de corazón que me quedan,

mientras me deslizo entre mis pesadillas. 


Son las 3am y tus ronquidos vacíos son lo único que me acompañan. 

Y las mil preguntas que jamás te haré. 

Porque quizás es así como tendría que ser. 

Porque quizás no se puede realmente ser más feliz. 


A veces me pesco a mí misma soñando de nuestros primeros días, 

de la ilusión, la tensión sexual y la incertitud. 

De la esperanza de un futuro contigo, 

de la inocencia de creértelo todo, 

de quererlo todo contigo.


Y el tiempo pasa. 

Te confieso que a veces siento que se nos acaba.

Pero te veo tan convencido,

y, al mismo tiempo, tan lleno de contradicciones. 


Y yo solo bajo la cabeza y reposo mis manos sobre mi falda. 

Conteniendo las lágrimas, 

conteniendo los gritos, 

conteniendo estas ganas de rasguñarlo todo y de echarme a correr. 


Y no digo nada,

y no hago absolutamente nada.

Porque me sé de memoria cada desenlace,

porque estoy harta de sentirme un monstruo a tu lado

porque estoy cansada de odiarme cada día un poco más.


Y solo nos queda este armisticio, 

aparentar que todo está bien, 

defender este silencio.


Porque todo ese ruido solo nos ha alejado, 

porque todo ese ruido solo nos ha golpeado.


Y aquí estamos, al borde de todo y de nada, 

jugando el juego, tu juego.

Y yo, tan confundida, 

sin saber si, quizás, algún día 

podría tener más, 

sin saber si lo merezco.