viernes, 4 de diciembre de 2015

Sin título

A veces me pierdo con la esperanza de luego encontrarme...y no me encuentro. Voy deslizando mi reflejo aturdido sobre el vapor del espejo, realizo trazos con las yemas de mi dedo sobre un pasado que a veces ni recuerdo, pero al cual de vez en cuando regreso.
Soy mi nostalgia, soy la primavera que nunca llega, soy sabor a mar en la punta de mi lengua, soy niebla y arena, vino y sangre.
Soy la vida que se me arrebató, el despojo absoluto de las memorias de mi infancia, soy las dudas irresueltas, las preguntas sin responder, soy un vaso de agua y lágrimas, soy la cama desordenada cuando despierto sin ti.
La caminante distraída que tatúa en su piel besos ligeros, nocturnos y repentinos. La muchacha de pies feos y sonrisa imperfecta, de la luna sobre su espalda, de ojos tan oscuros como su alma.
El cuerpo desnudo, el lienzo vacío, las acuarelas regadas sobre la cama, mis lágrimas que se vuelven lluvia, fuente de vida para la tierra. Un cigarro oculto entre mis piernas, lo tibio, lo íntimo, sabor a canela, sabor a mundo.
Me tocas ausente, tus manos se posan sobre mí y las siento frías. No puedo dejar de preguntarme si también tienes frío el corazón. Dónde te me fuiste, vida mía. Dónde estás que ya no te encuentro, que ya no te siento en mi taza de café. Dónde estás y por qué me dejaste sola. Comienzo a pensar que perderte es la única forma de volver a encontrarte...comienzo a pensar que el desafío de tenerte está en no confundir lo real con lo utópico, en darme cuenta que no me perteneces, que así como estás, ya no estás, que así como nace el amor, un día también muere.

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