domingo, 22 de noviembre de 2020

être

Soy sombra
Marea alta
Bandera roja
Huracán.

Soy blanco o negro
Bolígrafo abierto
Libro sin autor
Café a las 4 de la tarde 
frente al malecón.

Soy humo de cigarro
Abrazo desesperado
Vacío recurrente
Remisión.

Una carta sin destinatario
Un garabato en tinta china
Un enigma irresuelto
Soy también mi soledad.

Sentirse sola sin estarlo
Vaivén de analgésicos y pastillas para dormir
Te veo cansado
Te siento cansado
Y yo me encierro de nuevo
Como siempre, no puedo,
No quiero salir.

Poesía mediocre
Letra despistada
Sin orientación
Sin horizonte
Así es cómo voy.

Nostálgica
Patológica
Desequilibrada
Desamparada.
¿A qué hora te vas ?

Porque todos se van
Tarde o temprano
Se van.

Solo quedan migajas
De lo que fuimos
De lo que amamos
De lo que lloramos
De lo que gemimos
Cenizas y migajas.
 
Y yo aquí de nuevo,
Desarmada
Y tú diciéndome 
Que todo irá bien.
No te creo,
Desde ya te veo partir
Aunque no hayas hecho tus maletas
Sé que, suicida, nos empujo al fin.

¿Podré alguna vez ser yo la que nos salve?
Soy oscuridad.
Soy tinieblas.
Soy enfermedad.
Soy un cáncer metastásico inoperable,
Esos que te dejan sin esperanzas.
Soy el lugar donde no deberías estar.







jueves, 8 de octubre de 2020

Un día a la vez

 Últimamente ando algo nostálgica, algo confundida. Me cuesta ponerle palabras a mis emociones. Siento en otro idioma. Y eso me sorprendre. Me da miedo. Como si una parte de mí se perdiera. Como si me fuera imposible volver a conectar con mis raíces y con todo lo que era antes de poner un pie en esta ciudad. Pienso mucho en Lima. Mi ciudad gris y húmeda. En mi carro viejo color verde oscuro. En esos trayectos de "vuelta" a casa, que eran voluntariamente más largos de lo previsto. Cuánto placer me daba escuchar aquel rock latinoamericano de los 80s, a veces un poco animado y alocado, otras más tranquilo y profundo, Cerati y Spinetta, y la ventanas totalmente abajo para dejar entrar el olor a mar del Pacífico...ese que tanto me encanta. Ese que ahora extraño y que no se puede reemplazar con el Mediterráneo. Una que otra vez me encontré perdida, siempre a propósito, en alguna callecita de Barranco. Siempre a media tarde. Próxima la hora del lonche. Ese instante preciso en donde era posible ver a los abuelos salir a comprar el pan, única excusa para dar una vuelta y respirar la ciudad. Siempre he creído que a esta hora precisa, entre las 4 y 5 de la tarde, la ciudad huele distinto, se vive de otra manera. Y para mí era la hora de perderme, de dejarlo todo, estacionar el auto y lanzarme a explorar. Detenerme quizás por un café, sentarme sola y saborearlo hasta el último trago. Pensar, pensar mucho, pensar con nostalgia, pensar con anhelo de lo que vendría luego, idealizar.

No sé qué se me dio cuando decidí dejar la ciudad y cruzar el océano. No sé qué estaba buscando. Solo sé que de pronto me rompieron una vez más el corazón y con este hecho trizas decidí partir. En busca de nuevas aventuras, siempre. Me subí a ese avión por un vuelo de más de diez horas con dos escalas en gringolandia y repentinamente ya estaba en París. No sabía nada de esta ciudad más que todos sus clichés. Torre Eiffel, vino, queso, lujo, arte, humo de cigarro, ratas. Eso era París para mí.

Ya son cuatro años aquí, sin contar el primero del intercambio de estudios donde al volver a Lima, sé que nunca volví realmente. En parte me arrepiento de no haber vuelto totalmente esa última vez. Me habría gustado saber que esa última vez sería realmente la última en la que sería yo. Y es que he cambiado mucho en todo este tiempo. Todo pasó muy rápido, a veces un poco más lento. Mi vida se volvió un huracán de la noche a la mañana. Supe reponerme de ello. Porque al final después de la tormenta siempre viene la calma. Pero al hacerlo jamás volví a ser la misma. Y me pregunto hoy si estoy feliz con la versión de lo que soy. Tres diplomas bajo el brazo, más estabilidad económica, papeles en regla, un grupo de amigos, bilingue francés al oral y al escrito, enamorada. 

Una vez mi terapeuta me dijo que debía trabajar ese sentimiento constante de vacío. La verdad es que nunca he sabido hacerlo más que llenándome de cosas. En mi cabeza suena lógico. Porque lo opuesto a lo vacío es lo lleno. Y ese ha sido mi ejercicio desde entonces. Sin embargo, algo me falta. Todavía me falta algo. Y me carcome admitirlo. Entonces lo digo aquí, donde hay grandes posibilidades de que nadie lo lea o de que lo lea gente que no me conoce en la vida real. 

Por ratos me siento en piloto automático. Tiendo a idealizar el pasado, como si hubiera sido buenos tiempos. Me olvido de los instantes grises que lo compusieron. Hasta que toco mis heridas de nuevo, las cicatrices que me quedaron, me miro al espejo y me doy cuenta que no soy la misma. Entonces siento compasión. Enduré demasiado. A veces compartiendo ese dolor con los que me rodeaban, a veces en silencio. Y es en este donde fui poco a poco dejando atrás lo que quedaba de mí, esa muchachilla entusiasta por subirse y bajarse de los aviones y llegar a nuevas ciudades, esa muchachilla que no le tenía miedo a una vida llena de amores accidentados, esa muchachilla que podía verse al espejo y besarse entera el cuerpo con todas sus imperfecciones. Ahora que me siento en automático y un poco desorientada mi mente suele jugar conmigo de forma maquiavélica. Me hace anhelar los instantes más adrenalínicos de mi proceso. Me hace idealizarlos y me olvido de lo esencial. No sé si a todos nos pasa. En todo caso, hoy me siento así. Y a veces me encuentro autosaboteándome en el presente cuando a decir verdad este es mucho mejor que mi pasado. 

Lo admito, siento verguenza. Intento no ser dura conmigo misma. Al fin de cuentas siempre me divirtió un poco bailar en vaivén con mis demonios. Sé que esta parte oscura me constituye. Y hoy, no sé por qué, no sé hasta cuando, pero está aquí y me habita un poco más fuerte que hace unos meses. Quizás son los cambios. Admito que a veces no quiero dialogar con este lado mío porque me da miedo perder el "equilibrio" o mejor dicho, perder el "control". No sé si confío lo suficientement en mí para permitirme correr ese riesgo. Lo único que sé es que esta es mi batalla desde hace un tiempo. Justo en el momento donde los imperativos se acabaron, donde empecé la transición que acompaña el haber cerrado un ciclo, en mi caso académico, en donde decidí decirle sí a un futuro con alguien más. No sé qué me depara la vida. No sé cuánto tiempo me tome hasta sentirme menos vacía, no sé qué es lo que me haría sentirme mejor. Lo que sé por el instante es que necesitaba escribir esta cosa sin sentido, ponerle palabras, mis palabras. Un día a la vez.


Cambio y fuera.

lunes, 4 de mayo de 2020

L'avenir

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Aquello que estaría por venir, que todavía no está aquí,
pero en lo cual crees fortement.
Me miras y me dices que me quieres en tu vida,
por el resto de tus días.

Me dices que quieres este cúmulo de traumas y miedos que me conforman.
Y mis monólogos llenos de melancolía y auto-psicoanalisis.
Y mis tazas de café semivacías y frías que voy dejando
mientras camino descalza en esa que ahora llamamos nuestra casa.
Y mis planes espontáneos y sin rumbo.
Esos que construyo en menos de 5 segundos
y que te marean tanto,
pero que saben aportarte la adrenalina que nunca antes habías conocido.

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Tú y yo.
Y simplemente no lo sé.
Me dices que somos fusionales.
Me pregunto si realmente lo somos.
Me pregunto si este corazón que ha vivido mil tormentas
podría fusionarse con el tuyo.
Me pregunto si esto que llamamos nuestro hogar
no es únicamente mi refugio temporal.
Me pregunto si l'avenir incluye realmente un tú y yo.
Me pregunto si debería creer.

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Y yo estoy ahí, de puntillas,
al borde de todo,
preguntándome si debo lanzarme o si debo salir corriendo.
Porque conozco los rezagos de amar con cada fibra de mi cuerpo,
porque conozco los riesgos,
porque por mucho tiempo me convencí que no había otra forma de hacerlo,
que se trataba de todo o nada.
Y no sé si puedo darte todo.
Entonces me aferro,
me abrazo a mí misma.

Porque he sabido estar ahí para mí,
cuando todos me cerraron sus puertas,
cuando el huracán arrazó con absolutamente todo lo que tenía,
y tuve que volver a reconstruirme,
y entendí lo que significaba la resiliencia.

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Y solo siento miedo.

Y a veces me encuentro caminando sin rumbo en mis sueños,
sueño que te vas,
siento pánico,
y siento también miedo por sentir todo ello.
Te necesito,
o no te necesito,
y en ese intermedio, me necesito a mí misma.

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Tú crees.
Yo, a veces, te creo.
Lanzarse o echarse a correr.
Me miras y me dices que me quieres en tu vida,
yo solo me pregunto ¿por qué habrías de hacerlo?

No lo creo, no lo creo.
Estoy tan llena de heridas
que a veces simplemente no lo creo.

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
A veces nos hago poesía.
Otras veces nos estrujo, como un pedazo de papel, para ver cuánto resistimos.

Y resistimos,
vaya que lo hacemos...

Me miras y me hablas del futuro.
L'avenir.
Nos veo resistir.
No sé cómo, no sé por qué.
Entonces miras con tus ojos de océano
Me besas con tu boquita de corazón
Y me dices que de eso se trata,
que de eso se trata l'avenir.

Cambio y fuera ✿

viernes, 13 de marzo de 2020

Fénix

Has vuelto a abrir esa herida. La misma que daba por olvidada, la misma que creí totalmente cicatrizada. La has vuelto abrir y a cambio me entregaste un ramo de astromelias. Las he tomado con mis dos manos, las huelo de cerca, te miro y no veo más en tus ojos aquel océano donde tiempo atrás me dejé ahogar sin luchar por sobrevivir. Has vuelto porque sabes que siempre te esperé. Que este corazón necio todavía lloraba ilícitamente tu partida, todavía fantaseaba con tu retorno. Has vuelto esperando encontrar nuevamente un refugio en mí, la incondicionalidad de saber que podrías contar con mis manos si alguna vez la vida se te vuelve un laberinto. Me has contado que estás planeando tu futuro, has cambiado el parqué de aquella casa que acabas de comprar, que estás cansado de lo efímero, que estás cansado de todas esas idas y vueltas, de esos aeropuertos, de las despedidas. Y sin embargo, te vuelves a ir. Me lo has anunciado, intentando ser transparente, sin pensar que con ello abres nuevamente mi herida, pero jamás has pensado más allá de ti ¿ Por qué habría de sorprenderme?
La herida se ha vuelto a abrir y me siento sangrar. Duele mucho, pero duele diferente. Porque yo he cambiado, porque entre estos vaivenes aprendí a estar conmigo misma, porque con las cenizas de todo lo que soñé contigo, construí mi propio hogar, ese que hace tiempo deje de buscar en ti. Entonces lloro, pero ya no siento culpa de hacerlo, dejo que el llanto sea, dejo que el llanto esté, porque sé que solo así podré soltarte al fin. Porque sé que es tiempo de dejarte ir. Porque sin querer me di cuenta que he dejado de esperarte, que he dejado de soñarte, que lo único que me restan son recuerdos, pero que ese amor que sentí alguna vez, ese amor loquito, ese amor enfermo, no puede ni quiero que renazca. Y vaya a saber el mundo cuánto hemos recorrido juntos, cuántas lágrimas he derramado, cuánta poesía he desperdiciado. Vaya a saber el mundo cuántas veces me he destruido y reconstruido, cuántas veces me he abandonado por ti, cuántas veces has apretado mi corazón a tu antojo y cuántas veces te lo he permitido sabiendo bien que nada estaba bien. Vaya a saber el mundo cuánto silencio habrá de existir entre tú y yo. Y así, poco a poco, tus cenizas se volverán polvo y yo habré al fin terminado de velarte.