jueves, 25 de marzo de 2021

La rueda

La rueda avanzaba muy rápido. De pronto, en cuestión de microsegundos, pasé de sentir entusiasmo y adrenalina al miedo. De ese que te agita el corazón y te estruja los huesos. Y la rueda seguía girando. Sin ir más rápido pero yo la sentía veloz. Giraba y giraba. Y yo dentro de ella tratando de encontrar mi equilibrio, tratando de ir a su ritmo, tratando de correr para sobrevivir. La rueda seguía girando y ya casi no podía respirar. Empecé a gritar. A gritar muy fuerte. Cada vez más alto. Pero nadie parecía escucharme. O quizás estaba sola. La rueda seguía girando y yo solo quería bajarme. Yo solo quería salir de ahí. Y siguió girando y sentía cómo se me pasaba la vida, cómo desfilaba por ella sin realmente atravesar la puerta para comenzar a vivirla. Se movia la rueda y yo queriendo seguirle el paso, olvidándome que si a alguien debía de seguir, tenía que ser a mí misma. O al menos eso decían los libros de autoayuda. ¿ Pero cómo seguirse a sí misma cuando todo parece decirte que no hay tiempo que perder, que no es la mejor opción?
La rueda seguía girando y yo aquí traicionándome de nuevo. Porque la adrenalina se me había vuelto miedo y este se transformó en ansiedad. Esa que no solo te estruja los huesos, sino que te los rompe y te deja paralizada y gritando de dolor. Y la rueda seguía girando y yo sintiéndome un conejillo de indias. Giraba y giraba y nadie me escuchaba pedir auxilio. La gente anda muy ocupada. Entre los planes, los proyectos, los imperativos, nadie tiene tiempo para "cursilerías". La rueda seguía girando y yo estaba más sola que siempre. Muy sola. Y mi mente daba vueltas también. Mi mente me mostraba una y otra vez fotográficamente las veces en que pude hacerlo mejor. Las veces en que pude ser todo lo que no fui, decir todo lo que no dije, amar todo lo que no amé. Pero era muy tarde porque la rueda seguía girando y yo ahí con el corazón hecho trizas no sabía cómo detenerme, no sabía qué botón pulsar para acabar con todo. Y tenía tantas ganas. Y a veces me preguntaba si realmente no sabía cómo parar la rueda. Y a veces me preguntaba si no era uno más de los juegos que mi mente insiste en imponerme. Y la rueda seguía girando. Y yo aquí, hecha un garabato. Dando vueltas y vueltas y vueltas. Deshecha. Y a nadie le importa. Ni siquiera a mí misma. Y la rueda seguía girando. Y ya no sé qué estoy escribiendo.
Cambio y fuera.