A hurtadillas, tu lengua seduce mi busto, se desliza lujuriosa por callejones desconocidos y oscuros, el olor a canela nos invade, el sabor de mi piel morena te acuchilla, subo y bajo como una niña que no se cansa, que se alimenta de tu energía.
La luna ya no se esconde, reposa sobre tu almohada, acompaña aquellas nubes grises cargadas de memorias que te resistes a olvidar. La luna recoge las penas que no terminamos de fumar, aquellas respuestas que no se enunciarán, las traiciones futuras, la enfermedad que nos espera. La luna abriga la distancia que se concentra sobre mis costillas encandiladas por tus pupilas, por tu aroma a anhelos frustrados, por tu reloj sin manecillas, por la poesía que derramas para sanar mis heridas.
La luna se vuelve compañera de aquellas fúnebres caminatas que aun no emprendo en ciudades desconocidas. La luna, se vuelve luz, medicamento, remedio, cura para mi alma intoxicada, ansiosa de probarte, ansiosa de tenerte y también temerosa de largarse.
Fotografío los instantes, deposito mi fe sobre horóscopos engañosos, mastico una por una mis penas, aquellas lágrimas que se derramaron en vano mientras tu boca pinta óleos sobre mi vientre y se asoma la aurora para recordarnos que el tiempo existe, que sigue corriendo como el agua del río y trayendo consigo más piedras con las cuales tropezar. Fotografío los instantes en mis ojos, te robo un pedazo de vida para hacerlo mi horizonte, para recordar que siempre puedo volver, que en algún lugar del mundo existe mi hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario