jueves, 5 de noviembre de 2015

Soledad

¿Qué significa estar sola?
Esta es una pregunta que constantemente viene a mí, que entra sigilosamente y se inserta en los nudos mentales que aún no aprendí a desenredar, que me ataca en el silencio de la habitación vacía y las sábanas frías en donde mis piernas ya no encuentran alguien con quien jugar.
París es la soledad. Como una enfermedad que te invade repentinamente, la sensación de ser diminuta e invisible permanece como síntoma claro de que algo no anda bien. Reviso, indago, recuerdo, examino, reflexiono. ¿Cómo llegue hasta aquí? ¿Qué me trajo? ¿Fui yo misma, fue algo/alguien más?
No tengo más aire que respirar, de pronto siento cómo el pecho se me cierra pero no desespero...lo asumo, lo llevo, me acostumbro. Tortura, auto-tortura. Encontrarme conmigo misma parece una pesadilla a veces...si al final del camino terminas por darte cuenta que eres nadie, que estás vacía, que en algún momento te permitiste bloquearte así. Y aún vacía, las balas siguen llegando y las heridas yacen abiertas, desangrando de vez en cuando, como recordándome que aún queda vida... Mucha vida por recorrer, que es un desafío, que es hora de moverse... De decidir.
Y regreso a la misma pregunta...¿Qué me trajo aquí? Huir, sanar, olvidar. Me intoxiqué de tanta mentira y frivolidad, me intoxiqué porque no pude aprender a jugar de la misma manera, porque no pude dejar de lado el corazón, porque aquella utilitaria forma de amar no era compatible con mi naturaleza vulnerable, porque me entregué para ser desechada.
Me intoxiqué y ya no quise soñar... Llegué aquí sin expectativas, sin sueños; sólo quería descansar. Estaba decepcionada del daño que permití que me hicieran..m estaba decepcionada de mí misma, de haber olvidado todo lo aprendido, de haberme olvidado de mí.
Y ahora estoy sola. El desafío más grande de este viaje...volver a ver directamente a la cara a mis demonios ...dejarlos salir para enfrentarlos, para domarlos. Dicen que la soledad... Que experimentar la soledad puede ser lo más funesto que uno puede imaginar... Pienso que lo es en tanto logras verte y al hacerlo ya no tienes nadie más a quién engañar... Caen las máscaras, los atuendos falsos, las sonrisas impuestas, caen las buenas maneras, los modales, la performance del día a día. Detrás del telón ya no yace la obra, yacen los actores cansados, devastados, porque el ejercicio de actuar se convirtió en una labor de la cual de pronto no podía escapar. Se volvieron prisioneros de su propia mentira...y ahora encuentran, ahora que no hay público, en la intimidad, la esencia, el yo, aquello que siempre se escondió.
¿Quién soy yo? Soy mi soledad, aquella en la que me encontraré, en la que me aceptaré, en la que volveré a amarme, en la que aprenderé a confiar en mí... Aquella en la que me perdonaré.

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