lunes, 2 de agosto de 2021

Volver a mí

Hacerme poema.
Cantarme al oído esa canción de cuna 
Que tanto me faltó.
Abrazarme tan fuerte hasta estrujarme los huesos
Hacerlo en los momentos buenos y sobre todo en aquellos donde el ruido externo se vuelve demasiado.
Estos pies que han andado tanto buscando un hogar, que se han extraviado en laberintos emocionales de los que pude salir más resiliente de lo que en principio creí.
A veces me olvido de los trocitos de corazón que me robaron 
Y que aún así, podría entregarlo todo, a veces sin dejar un poco para mí.
A veces me olvido que de pequeña me faltó consuelo cuando tuve miedo o cuando sentí tristeza, y que aún así, podría llorar las penas de otros si eso les puede evitar sentir el dolor que alguna vez sentí.
Que soy humana y que muy seguido se me olvida lo importante que es perdonarme a mí misma, aceptar que no puedo todo controlar.
Que he sabido crecer como una flor en una tierra minada. Que hacerlo me ha dolido en partes en donde no creí que podía doler.
Que me permití soñar ahí en donde me dijeron que estos jamás se harían realidad. 
He sabido ser mar.
Ser viento. 
Ser fuego.
Flotar sobre las olas.
Ir y venir como el viento.
Encenderme y volverme luego ceniza al final de la noche.
Romperme y reconstruirme infinidad de veces.
Ponerme de pie aún cuando me cortaron las piernas.
Y lo sé, a veces se me olvida lo fuerte y valiente que he sido.
A veces me duelo a mí misma porque a pesar de esforzarme por ir contracorriente, una parte de mí no pudo escapar a la violencia que me rodeó durante mucho tiempo. Y se acostumbró a ella. 
Necesito curarme de nuevo las heridas que me hago a mí misma. Necesito reconciliarme con lo que soy. Necesito volver a mi lado oscuro para mirarlo sin miedo, tomarme una copa y dialogar con él.
Vivo constantemente tratando de huir.
Pensé que huía de personas, de lugares, de relaciones, de recuerdos.
Pero hoy me doy cuenta que sólo intentó huir de mí.
Qué difícil esto de amarse a sí misma.
Qué miedo da ¿No es cierto?
Soy resiliente
Soy generosa
Soy valiente
Soy amor.

Cambio y fuera.

miércoles, 14 de abril de 2021

Hablar

 Hablas mucho porque te desespera el silencio. Como también lo hacen los puntos suspensivos y los finales abiertos. Intentas llenar vacíos cuando todo se calla y te encuentras deshilachando sola, muy sola, tus pensamientos del día, esos que no lograste expresar, por miedo al qué dirán, por miedo a decir de más. 

Hablas mucho, Andrea. ¿Acaso no sabes parar? Y dentro de todo lo que hablas ¿Cuánto dices realmente? ¿Cuánto sueltas desde tu corazón? 

Has pasado la vida tratando de hacerlo todo bien. Y la vida se la pasó diciéndote que estabas lejos de lograrlo. Cual caricatura del demonio de Tasmania perdías la calma y el poco equilibrio que llevas contigo. De pronto, dabas vueltas y la garganta se te hacía un nudo. Era muy difícil respirar así. Querías gritar, pero no lo lograbas, porque no encontrabas tu voz. Entonces, querías echarlo todo por la borda, terminar de destruirlo(te). Al fin y al cabo, estabas convencida que no había nada mejor que hacer. Que a partir del punto en que te encontrabas, no había vuelta atrás. Y entonces sentías como si el pie se te bloqueara sobre el acelerador y no pudieras (quisieras) sacarlo para impedir lanzarte sobre el acantilado. Como si supieras que una parte tuya no quería salvarse. Como si supieras que tu salvación dependía de ti y decidieras no otorgártela. Esta vez no. 

Hablas mucho. Te lo han dicho. Y te has sentido pequeñita. Has sentido culpa. 

¿Estoy siendo lo suficientemente buena novia, amiga, hermana, hija, nieta? 

¿Estoy siendo lo suficientemente empática?

¿Estoy siendo lo suficientemente paciente?

Te han dicho que tienes esa capacidad para hacer desbordar los otros. También para no respetar los bordes. Te han dicho que vives al borde. Bordes, bordes, bordes, bordes. Es todo lo que escucho. La línea es bien delgada. Y, por alguna razón que no te cabe en le cabeza, siempre la sobrepasas. Y te pierdes. Y pierdes a quienes quieres.

Hablas mucho, Andrea, y no tienes nada que decir.


Cambio y fuera.


jueves, 25 de marzo de 2021

La rueda

La rueda avanzaba muy rápido. De pronto, en cuestión de microsegundos, pasé de sentir entusiasmo y adrenalina al miedo. De ese que te agita el corazón y te estruja los huesos. Y la rueda seguía girando. Sin ir más rápido pero yo la sentía veloz. Giraba y giraba. Y yo dentro de ella tratando de encontrar mi equilibrio, tratando de ir a su ritmo, tratando de correr para sobrevivir. La rueda seguía girando y ya casi no podía respirar. Empecé a gritar. A gritar muy fuerte. Cada vez más alto. Pero nadie parecía escucharme. O quizás estaba sola. La rueda seguía girando y yo solo quería bajarme. Yo solo quería salir de ahí. Y siguió girando y sentía cómo se me pasaba la vida, cómo desfilaba por ella sin realmente atravesar la puerta para comenzar a vivirla. Se movia la rueda y yo queriendo seguirle el paso, olvidándome que si a alguien debía de seguir, tenía que ser a mí misma. O al menos eso decían los libros de autoayuda. ¿ Pero cómo seguirse a sí misma cuando todo parece decirte que no hay tiempo que perder, que no es la mejor opción?
La rueda seguía girando y yo aquí traicionándome de nuevo. Porque la adrenalina se me había vuelto miedo y este se transformó en ansiedad. Esa que no solo te estruja los huesos, sino que te los rompe y te deja paralizada y gritando de dolor. Y la rueda seguía girando y yo sintiéndome un conejillo de indias. Giraba y giraba y nadie me escuchaba pedir auxilio. La gente anda muy ocupada. Entre los planes, los proyectos, los imperativos, nadie tiene tiempo para "cursilerías". La rueda seguía girando y yo estaba más sola que siempre. Muy sola. Y mi mente daba vueltas también. Mi mente me mostraba una y otra vez fotográficamente las veces en que pude hacerlo mejor. Las veces en que pude ser todo lo que no fui, decir todo lo que no dije, amar todo lo que no amé. Pero era muy tarde porque la rueda seguía girando y yo ahí con el corazón hecho trizas no sabía cómo detenerme, no sabía qué botón pulsar para acabar con todo. Y tenía tantas ganas. Y a veces me preguntaba si realmente no sabía cómo parar la rueda. Y a veces me preguntaba si no era uno más de los juegos que mi mente insiste en imponerme. Y la rueda seguía girando. Y yo aquí, hecha un garabato. Dando vueltas y vueltas y vueltas. Deshecha. Y a nadie le importa. Ni siquiera a mí misma. Y la rueda seguía girando. Y ya no sé qué estoy escribiendo.
Cambio y fuera.

sábado, 16 de enero de 2021

Bordel

Esa mala energía.
Ese miedo de todo que va y viene.
Ese viento que sabe a humo.
Pollution.
El desequilibrio.
Cerati y una taza de café fría.

Los cambios drásticos de humor.
Días buenos. Días malos.
Binaria. Extraña. 
Niña que se esconde
Que se cansó de reír
Que ya no quiere jugar.

Sombra y canto a medias.
Tren sin despedida.
Ticket de ida y de huida.
Cigarrillos imaginarios.
La antítesis de tu higiene de vida.

Un puñado de traumas pasado 
Y de secuelas en el presente.
Un hospital,
Pastillas para no pensar.
Recuerdos difusos.
Sabanas desordenadas
Máscara que se corre sobre mis mejillas
Je suis ton désespoir.

Un poema mal escrito
Un cuento sin lógica narrativa
Intentos fallidos de una infinidad de cosas.
Accidentada. Rota. Fatídica.

Río Sena y chocolate italiano.
Amor y odio, sin punto medio.
Astromelia marchita. 
Una rajadura sobre tu taza favorita.
Una mancha sobre el espejo.
Una fotografía desenfocada.

Los diálogos sin horizonte.
La contradicción.
Siempre a contracorriente.
Rota. 
Herida sangrante,
Corazón palpitante.
Una caja de Pandora.

Todo eso.
Y nada de eso.
Los dos a la vez.
Y sigo bailando
Mientras me miras perplejo.

Estoy y no estoy.
Soy y no soy.
Y me dices que la vida es hoy.
Y yo que se quedó en el ayer
Y me voy por las ramas 
Sin saber como volver.
Una pausa. 
Un break.
Cambio y fuera
Con la esperanza de volverte a ver.