Las piedras que trajo el río, las recojo y las vuelvo a lanzar.
Salpica el dolor.
Las voces de aquellos fantasmas mentales vuelven a aparecer, susurran y gritan, hablan y reclaman, se burlan todas de mí, no puedo dormir.
Tengo frío, imagino tu piel y me vuelvo pequeña.
Siento cómo se van quebrando uno por uno mis huesos con cada palabra que no dices, con cada perdón vacío con el que te excusas.
La mentira, la oscuridad, necesito respirarte una vez más.
Te necesito, quiero que me tomes, quiero que me mires de cerca una última vez, quiero que grabes en tu mente mi mirada desesperada, quiero poder encerrarte en ella.
Quiero robarte un poco de lo que te llevaste de mí, sentir que estoy ganando mientras lo pierdo todo, quiero transgredir los protocolos e inventarte una historia nueva para enredarme en tus piernas, para aferrarme a tu pecho, para caminar nuevamente sobre tus lunares.
Quiero elevarme y volver a caer.
Quiero probar un poco de ese infierno, saborearlo para no olvidar lo que se siente arder por dentro. Pensamientos masoquistas, anorexia de amores saludables, dependencia emocional.
No tengo otro remedio más que beber un poco de tu esencia tóxica, quiero desvanecerme de esta forma, quiero sucumbir en tus brazos.
No puedo más, no puedo contenerme más.
No puedo. No quiero.
Te deseo.
Penetrante ansiedad que perfuma cada rincón de mi cuerpo deseoso de que lo toques, de que lo muerdas, de que lo mires con lascividad.
Hoy no soy yo, no lo seré jamás, me he perdido y no quiero regresar.
Quiero jugar sucio, quiero deshacerme de cada rastro de vulnerabilidad,
quiero jugar de la misma forma en que tú lo haces,
quiero que me contagies de tu frivolidad.
Tú, mi pecado; tú, mi tentación,
mentiroso amuleto que orienta mis pasos desviados, que hiere mis pies, que me enferma...
estoy enferma de ti, nauseabunda de los secretos que se van revelando, de aquellas mentiras que nunca descubriré.
Y sin embargo, sigo aquí, aprendí a disfrutar del caos el día en que te conocí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario