viernes, 4 de diciembre de 2015

Sin título

A veces me pierdo con la esperanza de luego encontrarme...y no me encuentro. Voy deslizando mi reflejo aturdido sobre el vapor del espejo, realizo trazos con las yemas de mi dedo sobre un pasado que a veces ni recuerdo, pero al cual de vez en cuando regreso.
Soy mi nostalgia, soy la primavera que nunca llega, soy sabor a mar en la punta de mi lengua, soy niebla y arena, vino y sangre.
Soy la vida que se me arrebató, el despojo absoluto de las memorias de mi infancia, soy las dudas irresueltas, las preguntas sin responder, soy un vaso de agua y lágrimas, soy la cama desordenada cuando despierto sin ti.
La caminante distraída que tatúa en su piel besos ligeros, nocturnos y repentinos. La muchacha de pies feos y sonrisa imperfecta, de la luna sobre su espalda, de ojos tan oscuros como su alma.
El cuerpo desnudo, el lienzo vacío, las acuarelas regadas sobre la cama, mis lágrimas que se vuelven lluvia, fuente de vida para la tierra. Un cigarro oculto entre mis piernas, lo tibio, lo íntimo, sabor a canela, sabor a mundo.
Me tocas ausente, tus manos se posan sobre mí y las siento frías. No puedo dejar de preguntarme si también tienes frío el corazón. Dónde te me fuiste, vida mía. Dónde estás que ya no te encuentro, que ya no te siento en mi taza de café. Dónde estás y por qué me dejaste sola. Comienzo a pensar que perderte es la única forma de volver a encontrarte...comienzo a pensar que el desafío de tenerte está en no confundir lo real con lo utópico, en darme cuenta que no me perteneces, que así como estás, ya no estás, que así como nace el amor, un día también muere.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Es hora de dormir

Entonces no podías caer más bajo... Lo atravesaste todo, cada uno de los niveles del subsuelo. Te atragantaste con la tierra, con el polvo, despegaste tus raíces y te hundiste con ellas. Parecía que finalmente había terminado.
Cerraste los ojos. Los volviste a abrir. Cerraste los ojos y exhalaste el humo de tabaco que retuviste debajo de tu lengua mientras la gravedad depositaba su efecto sobre ti.
Es una pesadilla? Es esta una bendición? Sentiste que el cielo se derrumbaba y no tenías fuerzas para sostenerlo. La inmovilidad ... La incredulidad, la poca fe que tuviste, la batalla interminable con los fantasmas de todo aquello que antes te hirió.
Te encuentras y te pierdes. Una ciudad nueva cada día. La soledad, la desesperación, la ansiedad. Comienzas a disfrutar la lluvia, asomando la lengua para saborearla. Y ya no hay flores, las astromelias terminan de marchitarse, como tus sueños, como aquellas posibilidades que dejaste abiertas.
Estás aquí?
Estás aquí?
Parece que ya no y te apartas para observarte de lejos, para contemplar aquella miseria que comienzas a aceptar. No puedes hacer más, el destino lo hizo por ti. En este juego perdiste... Es hora de dormir.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Soledad

¿Qué significa estar sola?
Esta es una pregunta que constantemente viene a mí, que entra sigilosamente y se inserta en los nudos mentales que aún no aprendí a desenredar, que me ataca en el silencio de la habitación vacía y las sábanas frías en donde mis piernas ya no encuentran alguien con quien jugar.
París es la soledad. Como una enfermedad que te invade repentinamente, la sensación de ser diminuta e invisible permanece como síntoma claro de que algo no anda bien. Reviso, indago, recuerdo, examino, reflexiono. ¿Cómo llegue hasta aquí? ¿Qué me trajo? ¿Fui yo misma, fue algo/alguien más?
No tengo más aire que respirar, de pronto siento cómo el pecho se me cierra pero no desespero...lo asumo, lo llevo, me acostumbro. Tortura, auto-tortura. Encontrarme conmigo misma parece una pesadilla a veces...si al final del camino terminas por darte cuenta que eres nadie, que estás vacía, que en algún momento te permitiste bloquearte así. Y aún vacía, las balas siguen llegando y las heridas yacen abiertas, desangrando de vez en cuando, como recordándome que aún queda vida... Mucha vida por recorrer, que es un desafío, que es hora de moverse... De decidir.
Y regreso a la misma pregunta...¿Qué me trajo aquí? Huir, sanar, olvidar. Me intoxiqué de tanta mentira y frivolidad, me intoxiqué porque no pude aprender a jugar de la misma manera, porque no pude dejar de lado el corazón, porque aquella utilitaria forma de amar no era compatible con mi naturaleza vulnerable, porque me entregué para ser desechada.
Me intoxiqué y ya no quise soñar... Llegué aquí sin expectativas, sin sueños; sólo quería descansar. Estaba decepcionada del daño que permití que me hicieran..m estaba decepcionada de mí misma, de haber olvidado todo lo aprendido, de haberme olvidado de mí.
Y ahora estoy sola. El desafío más grande de este viaje...volver a ver directamente a la cara a mis demonios ...dejarlos salir para enfrentarlos, para domarlos. Dicen que la soledad... Que experimentar la soledad puede ser lo más funesto que uno puede imaginar... Pienso que lo es en tanto logras verte y al hacerlo ya no tienes nadie más a quién engañar... Caen las máscaras, los atuendos falsos, las sonrisas impuestas, caen las buenas maneras, los modales, la performance del día a día. Detrás del telón ya no yace la obra, yacen los actores cansados, devastados, porque el ejercicio de actuar se convirtió en una labor de la cual de pronto no podía escapar. Se volvieron prisioneros de su propia mentira...y ahora encuentran, ahora que no hay público, en la intimidad, la esencia, el yo, aquello que siempre se escondió.
¿Quién soy yo? Soy mi soledad, aquella en la que me encontraré, en la que me aceptaré, en la que volveré a amarme, en la que aprenderé a confiar en mí... Aquella en la que me perdonaré.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Lógica

No dejaba de llover en París y la distancia entre mi boca y la tuya cada vez era menor. De pronto encontré placer en sumergirme en el azul de tus pupilas, en tomar tus brazos para estrechar aún más mi cintura y en que tatúes sobre mi piel, sobre mi cuello, el tiempo que se nos escapaba cuando yacíamos rendidos sobre la cama.
Tenía miedo y a veces te veía dormir para convencerme de que eras real, de que llegaste a mí en el momento perfecto para enseñarme que todo es temporal, que todo sana, que todo pasa. Reír contigo, reír a tu lado, simplemente reír. La inmensidad contenida en las palmas de tus manos que jugaban con mis costillas. El mundo entero deshaciéndose lentamente mientras me clavas un último beso en aquel rinconcito donde yacen acumuladas las cicatrices de mi pasado. Me cuidas, me tomas, me proteges, debatiendo mi negativa y mi "autosuficiencia ", mecanismo de defensa para ocultar toda vulnerabilidad, para no volver a morir en el intento. Este no es un intento, esto es tomar el riesgo por completo. Y me arriesgo, te arriesgas. Tan poca lógica en tanta racionalidad, tanta racionalidad en tan poca lógica. No importa. Que no importe. Te quiero hoy conmigo.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Animal

Aquel punto final se prolongó y cada segundo se desvaneció para dejarse morir sobre mis piernas. Las cicatrices que me dejó aquella historia se resistían a camuflarse y de vez en cuando era posible sentir un poco de dolor presionando mi pecho, estrechando mi corazón. No podía comprenderlo, tus mentiras (¿tus verdades?) no dejaban de torturarme. Cuánto cinismo, cuánta frialdad. No supe jugar de la misma forma, estuve desarmada, sólo quise confiar. Madrugadas sonámbulas, aire y tabaco, respiro una ciudad desconocida para perderme con la esperanza de quizás encontrarte en algún rincón, en algún cuerpo, en alguna lengua extraña. Maldito seas. Maldito seas. Tanta mierda, tanto amor, tanta traición. ¿Qué diablos quisiste de mí en todo este tiempo? Me arrebataste todo. Me desnudaste y dejaste que el frío consumiera mi energía, que destruyera mis huesos. Me destruiste con tus propias manos, haciéndome creer que nada era lo que parecía, que la unica respuesta en este mundo era el amor.
Tú no sabes amar. Tú no tienes corazón. Tú no sabes lo que es el amor.
El amor no destruye, el amor no juega así, el amor no consume, el amor no promete para luego traicionar. Tú no eres amor. Eres mierda.

jueves, 20 de agosto de 2015

Sensaciones


Algo que encontré entre mis archivos...simples sensaciones...


Había algo que no me atrevía a decir, ni siquiera a pensar. Ya había mencionado lo mucho que me atormentaba ver pasar el tiempo cada vez más rápido, los calendarios eran viles jueces de lo que estábamos viviendo y arbitraban cada momento dentro de marcos y protocolos para medir su calidad. Adquirí consciencia inmediata de que no te tendría a mi lado para siempre y con el tiempo aprendí a tampoco desearlo. Pero te quería en este instante, te quería en mi presente y quería tenerte completo, sin limitaciones. Estaba cansada de las excusas que ponias, de aquellos argumentos que comenzaban a perder validez pero que ingenuamente y luego resignada, quise creer o hacer parecer que los creía. Yo sólo deseaba que si nos quedaba un segundo, en ese último pudiéramos consumirnos mutuamente y saciarnos, llegar a ese punto en que estuviéramos satisfechos por lo acontecido, lo vivido, lo llorado, lo reído, lo aprendido. No lo comprendía y quizás esta vez no quería entender nada más. Estaba harta de entenderlo todo, de simplemente asumirlo y guardarlo. Contradiccion desesperante que por un lado me exigía sacarlo todo y por otro me mostraba que era necesario guardarlo. O tenerte o perderte. Pero tenerte no significaba en lo absoluto hacerlo, era una ilusión, un deseo que se sabía utópico y absurdo. Era imposible tenerte, nunca lo hice, nunca lo haría y comenzaba a darme miedo la posibilidad de lograrlo.



Y una canción para digerir el momento...

lunes, 17 de agosto de 2015

Fotografía

La estampita dorada que une aquellos bordes, intersección donde se cruzan nuestros caminos accidentados, reloj de arena invertido, la tierra prisionera y prometida; permanece en aquel costado de mis huesos desechos. 
A hurtadillas, tu lengua seduce mi busto, se desliza lujuriosa por callejones desconocidos y oscuros, el olor a canela nos invade, el sabor de mi piel morena te acuchilla, subo y bajo como una niña que no se cansa, que se alimenta de tu energía.
La luna ya no se esconde, reposa sobre tu almohada, acompaña aquellas nubes grises cargadas de memorias que te resistes a olvidar. La luna recoge las penas que no terminamos de fumar, aquellas respuestas que no se enunciarán, las traiciones futuras, la enfermedad que nos espera. La luna abriga la distancia que se concentra sobre mis costillas encandiladas por tus pupilas, por tu aroma a anhelos frustrados, por tu reloj sin manecillas, por la poesía que derramas para sanar mis heridas.
La luna se vuelve compañera de aquellas fúnebres caminatas que aun no emprendo en ciudades desconocidas. La luna, se vuelve luz, medicamento, remedio, cura para mi alma intoxicada, ansiosa de probarte, ansiosa de tenerte y también temerosa de largarse.
Fotografío los instantes, deposito mi fe sobre horóscopos engañosos, mastico una por una mis penas, aquellas lágrimas que se derramaron en vano mientras tu boca pinta óleos sobre mi vientre y se asoma la aurora para recordarnos que el tiempo existe, que sigue corriendo como el agua del río y trayendo consigo más piedras con las cuales tropezar. Fotografío los instantes en mis ojos, te robo un pedazo de vida para hacerlo mi horizonte, para recordar que siempre puedo volver, que en algún lugar del mundo existe mi hogar.

miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Dónde estás?

Desordenó mi alma, mi mente, mi cuerpo. Imponente, puso sus manos sobre aquel costadito entre mi vientre y el inicio de mis muslos donde tú solías recostarte y mordió mis labios mientras mi boca buscaba desesperada un poco de ese sabor a ti.
Luces tenues, sábanas blancas, un cuarto de hotel, conversaciones vacías, sentir que traicionaba una promesa que ya no existe, el luto que me dejó el darme cuenta que todo había muerto, que nunca hubo un tú y yo.
Lo siento. Siento no tener más las energías para creer en ti. Me arrastró el orgullo, mi ego, el dolor. Quiero salvarnos, quiero pensar que existe algo que salvar pero cada vez te siento más lejos, cada vez siento cómo mi corazón se hace más pequeño y frío.
Camino desorientada, recorro cada lugar donde nos perdimos en aquel verano adolescente que insistía en tatuar en mi memoria. Camino desorientada y por momentos ansío que me rescates, sentir tus manos brindándome calma... Pero ya no estás.
¿Dónde estás? ¿Por qué me dejaste aquí? ¿Por qué?
Duele tanto... Duele demasiado. No puedo más.

domingo, 2 de agosto de 2015

La respuesta

Me lo pregunté todo el tiempo... ¿cómo pudo hacerme tanto daño?
No quise ver que siempre tuve la respuesta: él nunca estuvo enamorado de mí.

martes, 28 de julio de 2015

jueves, 16 de julio de 2015

Adiós

Algo cambió.
Aun dolía, pero era distinto. Verte de esa forma terminó de destruirme pero también de abrirme los ojos. Tú no eras para mí, aunque me resistiera, aunque quisiera forzar todo, aunque por momentos te deseara con ganas desesperadas... Jamás serías para mí.
Esperaba una respuesta, pero ya sabía que no la tendría y al confirmarlo supe que no podía seguir huyendo de la realidad, todo estaba tan claro, era hora de decirte adiós en silencio, de dejarte ir y sanar a tu manera.
Esta vez no tenía ni las fuerzas ni la voluntad de ayudarte, no me gustaba la persona en la que me convertí por quererte...yo también necesitaba cambiar, necesitaba volver a creer, aprender a confiar.
Ya no tenía sentido pensar o tratar de explicarme en qué momento y por qué nos perdimos. Entendí que la única salida a todo esto era comprender que nunca existió un nosotros...
De pronto sentí que no tenía nada más que hacer aquí. Sentí la lejanía teniéndote a mi lado, aquella distancia que me hizo detestar aquel último beso. No te sentí...sabía que ambos nos habíamos perdido.
Te dejo... porque no tengo nada más que ofrecer, porque tampoco puedo prometer, porque no quiero que me prometas nada, porque tampoco podrías hacerlo, porque no puedo confiar. Y lo haré en silencio...te miraré de lejos y desearé que algún día puedas decir que lo lograste. Deseo, con todo el corazón, que aprendas a amar, que no te niegues a hacerlo, que no hieras a nadie más al tomar ese riesgo. Amar implica asumir riesgos, dejar de lado los temores, poner las manos al fuego y mostrarse desarmado. Tenias que aprender a amar y no seria yo quien te enseñaría a hacerlo. No podía ser yo, porque aunque no quisieras aceptarlo, nunca pude ganarme un lugar en tu corazón. Y ya no quería seguir luchando...te perdí sin tenerte...y esta vez no te quiero recuperar.


miércoles, 15 de julio de 2015

Desaparecer

Podía desaparecer en este mismo instante y nadie lo notaría. Quería hacerlo, pero tenía miedo. Sabía que esa era la única solución, que huir temporalmente no calmaría la eterna explosión de mierda en mi vida y estaba cansada de que me hirieran por todos lados sin poder defenderme. El amor ya no era la respuesta, esa fue mi excusa infinitas veces para perdonar, para olvidar, para pasar la página. No podía hacerlo esta vez, sólo quiero desaparecer, dormir para no despertar.

lunes, 13 de julio de 2015

Astromelia


La flor se escondió en la sombra, se hizo pequeña y se acurrucó en las gotas de lluvia que salpicaban del tejado. Anoche el cielo exigía una explicación, laberintos y acertijos se tejieron entre las nubes, pero respuesta nunca halló.
Se enfermó el mar, se enfermó la tierra, el universo se alteró por una milésima de segundo que pareció eterna, que fue suficiente para clavar sobre su viente aquellos trozos de cristal que se resquebrajaron con su partida, los cristales azules sobre los cuales el marrón de sus ojos cansados cobraba vida, se volvía arte. 
Tragó, desesperada, el último vaso de saliva de su boca. Saboreó ansiosa aquel amor que sabía que le estaban arrebatando de a pocos, que ya no podía regar. Madrugadas grises, pastillas para dormir, el frío colándose debajo de las sábanas, esa ausencia de ti. El tiempo se invirtió, más lento pasó, verdugo macabro que le recordaba su soledad, la efímera felicidad que le brindó tenerlo a su lado, la falsa promesa del reencuentro. 
Perdió la voz y gritó en silencio, pidió auxilio llamando su nombre, pero no la escuchó. Estiró los brazos intentando sostener un poco de aire, abrió la boca para degustar la nada, aquella sensación vacía que le dejaron sus manos tocando su sexo, la rutina de no tenerse, la rutina de ya no quererse.
La pena, la pobreza, la miseria. Dio vueltas sobre su cama tratando de encontrarlo, tratando de descubrirlo quizás por algún rinconcito de su habitación. Abrió y cerró los ojos, trató de devorarse esa realidad que la carcomía de a pocos, por dentro; trato de poner en su sitio las piezas de aquel rompecabezas, pero ellas estaban incompletas y se echó a llorar.
Sus rodillas apretaban su pecho, se abrazó a sí misma y trató de recorrer con sus dedos aquellos lugares de su cuerpo por donde él solía perderse y nada fue igual, nada lo pudo reemplazar, no había remedio para aquella ausencia. 
Cabellos oscuros, piel color canela, florecita de Amancay, ¿ en qué momento te perdiste? ¿En qué momento te destruiste así? Ni el café oscuro pudo brindarle calma, aquel vapor se deslizó sobre su rostro, tocándolo,  pero no logró reemplazar la necesidad de sus caricias, que el tiempo lejos de él le generó. Caprichosa, necia, tenaz, se levantó desnuda y comenzó a golpearse. Maldita seas, niña, maldita seas, terca niña, has hecho del dolor tu vicio y de su boca, tu droga. 
Pero él es veneno y tú no quieres entenderlo...porque también fue música, la más triste y confusa melodía y también la más exquisita. Él fue hijo del cruel destino, hojitas de otoño que no terminaron de caer, fue miel sobre pomelo, fue caminatas desorientadas en la playa. Él fue alimento para tu vida, fue amanecer con sabor a mar, fue pesadilla de noche y abrazo de consuelo al despertar. Él fue templo, carne, dios. Fue tu fe, tus miedos, tu pasión, tu enfermedad. Él fue razón, mentira, pena, dolor. Él fue, sobre todo, amor. Y tu cuerpo ya no lo siente... pero sí tu corazón.


Lasciva agonía

Bocanada de aire sucio.
Las piedras que trajo el río, las recojo y las vuelvo a lanzar.
Salpica el dolor.
Las voces de aquellos fantasmas mentales vuelven a aparecer, susurran y gritan, hablan y reclaman, se burlan todas de mí, no puedo dormir.
Tengo frío, imagino tu piel y me vuelvo pequeña.
Siento cómo se van quebrando uno por uno mis huesos con cada palabra que no dices, con cada perdón vacío con el que te excusas.
La mentira, la oscuridad, necesito respirarte una vez más.
Te necesito, quiero que me tomes, quiero que me mires de cerca una última vez, quiero que grabes en tu mente mi mirada desesperada, quiero poder encerrarte en ella.
Quiero robarte un poco de lo que te llevaste de mí, sentir que estoy ganando mientras lo pierdo todo, quiero transgredir los protocolos e inventarte una historia nueva para enredarme en tus piernas, para aferrarme a tu pecho, para caminar nuevamente sobre tus lunares.
Quiero elevarme y volver a caer.
Quiero probar un poco de ese infierno, saborearlo para no olvidar lo que se siente arder por dentro. Pensamientos masoquistas, anorexia de amores saludables, dependencia emocional. 
No tengo otro remedio más que beber un poco de tu esencia tóxica, quiero desvanecerme de esta forma, quiero sucumbir en tus brazos.
No puedo más, no puedo contenerme más.
No puedo. No quiero. 
Te deseo.
Penetrante ansiedad que perfuma cada rincón de mi cuerpo deseoso de que lo toques, de que lo muerdas, de que lo mires con lascividad. 
Hoy no soy yo, no lo seré jamás, me he perdido y no quiero regresar.
Quiero jugar sucio, quiero deshacerme de cada rastro de vulnerabilidad,
quiero jugar de la misma forma en que tú lo haces,
quiero que me contagies de tu frivolidad.
Tú, mi pecado; tú, mi tentación,
mentiroso amuleto que orienta mis pasos desviados, que hiere mis pies, que me enferma...
estoy enferma de ti, nauseabunda de los secretos que se van revelando, de aquellas mentiras que nunca descubriré.
Y sin embargo, sigo aquí, aprendí a disfrutar del caos el día en que te conocí.




domingo, 5 de julio de 2015

Divagando


Las yemas de mis dedos que queman y que se aferran a tu lunar (a ese lunar rojo que marca horizontes, que define amaneceres y dibuja puestas de sol para dos), se deslizan de a pocos, con sutileza, hasta alcanzar la curva de tu espalda donde parece aclararse todo: mi libertad, tus temores, las preguntas que aún no nos atrevemos a formular ni responder.
El tiempo y el ritmo. El ritmo que acompaña tus respiros que son vida, que son alma, que simplemente son arte. El tiempo que a veces se nos presenta como un aliado, como testigo fiel y justo de la dinámica que emprenden nuestros cuerpos desnudos para fusionarse en uno solo, para absorberse por un instante. El tiempo que en otras ocasiones nos traiciona, que nos da la espalda y juega a ser enemigo, el peor de todos e incluso el único, aquel que marca fúnebres finales y aplasta esperanzas, quiebra posibilidades y niega realidades paralelas.
Vuelo, me elevo sobre tu cabello desordenado, sobre tus ojos cansados color caoba y respiro tu infinito aroma a mundo. Vuelo, me tocas, vuelo. Me elevo, no tengo miedo de caer y si caigo mi alma espera que sea sobre tu cuerpo, espera rozarlo nuevamente, espera aferrarse a él. 
Vuelo para observarte por completo, para fotografiar tu anatomía, para grabarte en mi mente, para guardarte en mis pupilas. Vuelo para regresar y posarme sobre tu ombligo, para dibujar nuevos caminos al unir tus lunares, para resbalarme sobre la curva de tus rodillas y nadar sin prisa en tu saliva.
Te miro, me alejo, me acerco, me aferro. Múltiples sensaciones, indefinibles, incomprensibles. Placer, delirio, ilegalidad. Adorarte no es pecado, adorarte es fluidez, energía, vibración pura. Adorarte tiene sentido, lógica, razón. Adorarte sin noción de reciprocidad, sin esperar nada a cambio, así de simple, adorarte porque sí.
Quiero. Te quiero. Quiero treparme sobre tu pecho, enroscar mis piernas a tu cintura, que tomes la mía con tus manos, que tatúes las marcas de tus uñas sobre ella, que me beses sin miedo, por necesidad. 
Quiero que me necesites, que sepas quien soy, que me digas quien soy, que me lo digas en silencio, que me lo digas mientras hacemos el amor, que una vez más me tomes, que no me sueltes nunca, que me permitas sumergirme en cada una de las fantasías que aún no confiesas, que me desnudes por completo y sin pena, sin vergüenza, sin consideración. 
Desnúdame, desnúdate, permíteme verte por completo, permítete verme por completo.
Y hazlo… hazlo despacio como retando al tiempo, como enfrentando la dinámica acelerada que sigue el mundo. 
Muérdeme, devórame, desátame, tómame. Una vez más, permíteme volar, elevarme desde tu cuerpo, sé ese impulso que me haga llegar a universos desconocidos, descifrar enigmas insospechados, perderme en la metafísica de tu alma.
Estoy divagando… la mezcla, la fusión de sensaciones resulta embriagante y adictiva. Estoy divagando… y el deseo de traspasar tu piel, de ocultarme en algún rincón desconocido de tu anatomía me invade. 
Tengo ganas de transgredirlo todo, de transgredirte.Tengo ganas de quebrar las leyes del espacio y el tiempo, de redefinir los términos del juego, de este juego en donde no logro comprender cuál es mi papel, que aún no sé jugar.





Enfermedad

Besos nauseabundos de tu salivante lengua áspera. 
Enferma, exhausta, indecisa. 
Entrar y salir, huir para regresar. 
Frío, ansiedad, nostalgia.
Ilusa agonía que me contiene entera en una lágrima negra que se desliza sobre mi mejilla. 
Ignorancia, ingenuidad, maldita confianza. 
No vale nada, nada es lo que vale. 
Apostar para perder, perder sin apostar.
Masoquismo que me absorbe, que me atrae hacia tus sabanas. 
Gritar, morder tu cuello, aferrarme a tu espalda, arañarte el alma, 
rogar en silencio que permanezcas a mi lado un instante más. 
Necesidad que agota, infelicidad y conformismo. 

Un poco más de nada, por favor.

Al borde

Su mirada cristalina, faroles que alumbran de noche, baúl de secretos, refugio de atardeceres inconclusos. Letras que se deslizan, palabras que no se pronuncian, oraciones sin punto final...la infinidad del suspenso y mi jugada clave: la omisión.
Tentación...Cruzar límites que no establecimos, desafiar compromisos que no reconocimos, romper un nosotros que nunca existió. 

¿Qué puedo salvar de esto, corazón?

 ¿Alguna vez hubo algo que salvar?





domingo, 28 de junio de 2015

Migajas


Migajas. 

Sed.

Sueño. 
Pedazos de mi, rastros de una fe que perdí.
Huellas. 

Arena mojada y pies descalzos. 
Marea alta que perfuma la ciudad, los rincones más solitarios de este caos y tu habitación.
Miseria.

Vivir al borde del precipicio, amar para que duela, que duela por amar.
Maldita enfermedad terminal que juega con el tiempo, que lo reta, que lo acelera, que lo aligera.
Paz inexistente, paz moribunda. 
Náuseas de todo, virtud que se hace agua, 
que se dispersa como el océano en la infinidad, que no conoce de límites, 
que mis ojos no logran capturar.
Deseo. 

Absurdo desear, que no se explica, 
que no se acopla a ninguna lógica, 
que desordena sábanas, 
que alborota nudos irresueltos en mi mente.
Llorar. 

Resignación y costumbre.
Silencio, callar. 
Hastío, repugnancia. 
¿A dónde fuimos a parar? 
Mapas que no se reconocen,
brújulas que pierden el horizonte, pasos que no saben andar.
Contradicción

Tu boca que tienta posibilidades imposibles. 
Tu boca que engaña sin realizar promesas,
tus manos que me empujan y me recogen, 
tu cuerpo que se acopla al mio, que transgrede mi ridícula integridad, 
que me consume, que me debilita.
Negación.

No quiero salir de aquí porque no sé cómo hacerlo
me conformo recogiendo migajas de lo que quedó, 
cenizas de algo que no existió más que en mi imaginario, 
de algo que invadió cada una de mis madrugadas sonámbulas
que me condujo sin querer a degustar un lado de la vida que me generó adicción,que ahora no puedo dejar.

Sin etiquetas

Cuando dejé de creer en ti, dolió menos. Nudos que se deshacen e ideas que contornean el horizonte. Fui capaz de atrapar las puestas del sol entre mis manos. Hilos de aire escapándose de mis dedos, deslizándose por mis huellas, tejiendo telarañas indestructibles, laberintos obsesivos y cubiertos de secretos, de un tú y yo que no existió. Aquel día se desvanecieron los calendarios y tu aroma dejó de resultarme conocido y descifrable. Olvidé el placer de saborear tu boca y jugar con tu lengua, se me agotaron las ganas de treparme sobre tu espalda y descubrir las constelaciones de lunares en tu anatomía. Aquel día murió algo en mí y el luto fue silencioso. Dejé que mi dolor se ahogara en la decepción acumulada, y que el tiempo hiciera lo suyo… me llevara consigo. No habría más por hacer. Forzar que el destino calzara con mi voluntad y mis deseos era imposible, utopía que resplandecía por momentos, falacia irresuelta, lógica contrariada.
 La niña dejó de jugar, de comer pastelillos de madrugada y de oler los crayones a escondidas con el vergonzoso placer que ello le generaba. La niña despertó y se adelantó al alba para, de puntillas, huir de aquella habitación donde tiempo atrás escondió flores que prometían no marchitarse pero que hoy morían repentinamente.
Cuando abrió aquella puerta el viento acarició su rostro y la abrazó con fuerza. El viento la recogió y la elevó y de los poros de su piel se desprendió aquella energía que tiempo atrás la había estado consumiendo, vibraciones que hoy se detenían, que hoy la dejaban continuar su paso por un camino distinto y que le permitían hacerlo sola, pero esta vez ya no tenía miedo, había aprendido que la vida daba esos giros para hacerla crecer, que la dinámica tomaba esa forma y que tragarse el dolor y el llanto solo haría que sus fantasmas la devoraran por dentro, debía exorcizar sus demonios, sus temores, sus ansiedades y frustraciones, debía lanzarse a ciegas y confiada en que allá abajo no habría nadie que la esperara o la salvara, que antes de tocar el suelo, debía despegar.